Fin del confinamiento: reflexiones sobre lo vivido
Ahora que el fin del confinamiento está próximo es cuando por fin parece que me he desbloqueado y puedo empezar a sacar algunas de las cosas que hemos vivido, poner orden en mis pensamientos y atreverme a deslumbrar lo que está por venir.
Es complicado escribir un post con reflexiones sobre lo vivido durante el Estado de Alarma porque ha sido todo muy intenso. Tres meses pueden parecer muy poco en la vida de una persona pero se sienten como si fueran años.
¿El confinamiento nos ha cambiado?
Durante estos meses he alucinado con gran parte de los mensajes que iba leyendo en redes. Uno de ellos era esto de que la pandemia nos iba a hacer mejores. Cosa curiosa cuando al mismo tiempo he leído las mayores barbaridades y he sentido más odio que nunca antes.
Probablemente el confinamiento haya sacado lo mejor y lo peor de cada uno, como cualquier situación límite. Supongo que nunca sabemos cómo vamos a reaccionar cuando nos someten a una situación de gran estrés. Algunos tendrán que hacérselo mirar porque no todo vale.
Lo que hemos aprendido
Me alegra mucho leer que haya gente que ha aprendido cosas positivas y que vayan a hacer (o al menos intentar) hacer cambios en sus vidas.
A mi no me ha pasado porque yo ya viví mi particular punto de inflexión hace once años.
Las reflexiones que mucha gente ha hecho ahora, sobre pasar más tiempo en familia o valorar los pequeños gestos de tus hijos en el día a día… yo esto ya lo vi claro desde una cama de hospital en la primavera de 2009.
Nosotros ya pasábamos todo el tiempo con los niños y el teletrabajo es algo normal en nuestra casa desde hace muchos años. En esto no nos ha cambiado nada.
Me alegra también saber que hay gente que ha descubierto que la tecnología no solo no nos deshumaniza sin que nos acerca.
Que hayan dado una oportunidad a las tiendas online para descubrir que muchas merecen la pena y que hay que valorar todo el esfuerzo que hay detrás. Que hay personas con mucho talento apostando por proyectos pequeños, medianos y grandes. Gente que lleva tiempo aportando mucho valor, en infinidad de áreas, y que han sido denostados en muchas ocasiones. Que hayan comprobado que el futuro en realidad ya es presente y que puedes tener en tu puerta, con muchas ventajas, cualquier cosa que te imagines: comprar por Internet fruta, ropa, conservas buenísimas, calzado (como mis adorados feroces o Cienta), material escolar y de oficina, libros, frutos secos, muebles, velas, material de bricolaje, productos de belleza y parafarmacia, patinetes y bicicletas, accesorios para el pelo o comprar lentillas a buen precio. La verdad es que hay opciones infinitas y, además, nos permiten ahorrar.
Incluso en mi entorno cercano he visto como gente reticente a comprar online algunas cosas en estos meses han descubierto que es comodísimo. Por ejemplo, las lentes que comentaba: algo que es una verdadera necesidad y además muchas personas están acostumbradas a un tipo de lentillas o gotas en concreto.
Yo no he aprovechado para hacer pan (tampoco había levadura no harina) ni para aprender ninguna otra habilidad. Bastante teníamos con sacar adelante el tele-colegio, el tele-trabajo y las necesidades de tres niños inquietos en un espacio muy reducido. No me he sentido productiva pero tampoco obligada a serlo, la verdad.
El confinamiento de una familia numerosa en un mini-piso
Creo que el confinamiento ha puesto de manifiesto que hay una enorme diferencia entre las vivencias de cada familia, en las que influyen muchísimas cosas. Si algo he visto en redes en estas semanas es que ha habido confinamientos muy dispares.
Yo ya me imaginaba que cada familia somos únicos pero he visto diferencias realmente brutales.
Te puedes imaginar que el confinamiento de una familia numerosa en un mini-piso sin balcón ni terraza ha sido muy duro. Casi cincuenta días en una casa en la que es imposible estirar las piernas y en la que el espacio que tenían los niños para jugar debe medir 1 x 2,5 metros.
Mis hijos, además, niños súper inquietos, los tres, rebosantes de energía. Niños acostumbrados a pasar mucho tiempo en la calle, a hacer mucho deporte. De pronto no poder moverse… para ellos ha sido terrible y para nosotros muy frustrante porque no había nada que se pudiera hacer.
Los niños, los grandes olvidados
Podría hablar de cómo la ansiedad ha galopado por mi mente y mi cuerpo como hacía muchos años que no lo hacía, pero realmente lo peor ha sido (es) convivir con el daño que todo esto hace a mis hijos y no poder hacer absolutamente nada. Ni aliviarles, ni darles respuestas ni saber disimular muy bien el desconcierto que yo también tengo.
Creo que hemos tenido muchos altos y bajos, a veces en un mismo día hemos pasado por todos los estados de ánimo. Yo siempre he sido de abrazar la contradicción pero lo de estas semanas ha sido una locura.
De hecho, ahora mismo, con el fin del confinamiento a las puertas, siento una mezcla de alivio y angustia que no puedo ni explicar. ¿Es posible querer desconfinarse y al mismo tiempo no? La cuarentena fue mala pero la desescalada la estamos llevando regulinchi también.
Los efectos del encierro prolongado
Cada vez que alguien dice en redes que los niños lo han llevado genial, muere un gatito.
Mi Tercera, la peor parada
Mi hija entró al encierro con 22 meses y cumplió dos años justo antes de las medidas de alivio para los niños.
Ha sido la que peor lo ha pasado de los tres.
Una niña que estaba todo el rato en la calle: yendo y trayendo a sus hermanos del colegio y de sus extra-escolares, haciendo recados conmigo, yendo al parque mañana y tarde… Una niña, como cualquier bebé, que estaba descubriendo el mundo y de pronto ¡zas!, todos los estímulos fuera…
Lloró muchísimo. Las primeras semanas se agarraba a la puerta, se abrazaba al zapatero, cogía el abrigo y el gorro y se lo ponía… Su único alivio en el día era salir a aplaudir, que la teníamos que sujetar muy fuerte porque quería saltar al vacío.
Dejó de echarse la siesta de un día para otro, con lo que su estado de ánimo empeoró. Tampoco tenía el alivio de salir para que se le pasara el mal humor, ni el alivio de ver a sus abuelos, que adora. Dormir aún peor, no sólo con más despertares sino desvelándose en mitad de la noche, cosa que jamás le había pasado. La falta de luz solar, de la brisa de la calle, de actividad motora, claramente la trastocó muchísimo.
La solución fue enchufarse a la teta 24 horas para consolar las penas.
Mi Tercera ya era una niña muy tímida y desconfiada, que no le gustaban los extraños y enseguida lloraba y se escondía cuando le decían algo. Había mejorado mucho en las últimas semanas justo antes del confinamiento pero todo eso se ha ido al traste. Ha tenido un retroceso y ahora vuelve a tener miedo de todos los extraños (incluso de algunos conocidos) y esquiva a la gente mejor que sus hermanos. Ha aprendido a decir: «por ahí no me gusta, hay mucha gente» y no quiere contacto con nadie que no seamos nosotros.
El primer día que nos permitieron salir estuvo los 40 minutos que duró el paseo trotando y diciendo uyuyuyuyuyuy. A ella le ha dado la vida pero conforme han pasado las semanas se ha ido poniendo de manifiesto que necesita más. Mira a los otros niños como si fueran marcianos, entre querer y no querer. Y aunque al principio no decía nada, ahora tenemos que evitar los parques porque llora muchísimo por no poder utilizarlos.
Los efectos de estas y otras cosas solo los sabremos en un futuro pero desde luego están ahí. En plena explosión de aprendizaje le hemos robado la posibilidad de conocer un mundo normal y a otras personas como seres humanos, no como peligros a los que debemos mantener lejos. Suena igual de mal que se siente.
Mi Mediano, que cumplió 8 años en el confinamiento
Mi Mediano no lo ha llevado mucho mejor.
Al principio no lo entendía, no le cuadraba nada. Ellos no tenían cole desde el miércoles 11 de marzo pero la gente seguía su vida normal, saliendo a trabajar y demás, desde la ventana veníamos las calles llenas de gente y luego de pronto todos en casa. ¿Por qué? ¿Por qué los adultos podían salir y ellos no? Costó mucho que interiorizara la situación (quizá porque no tenía nada de normal).
Desde casi la primera noche empezó a tener pesadillas y a apretar los dientes. Soñaba que yo me moría y luego los demás, que se lo llevaban lejos.
Dio un cambio radical de humor.
Se subía literalmente por las paredes. Un niño absolutamente físico, que necesita el deporte como el comer, para él está siendo terrible la inmovilidad. Ellos iban a deportes cinco veces por semana además de todo lo del cole y muchas horas de parque. Pasar de todo eso a nada ha sido espantoso.
Con el tiempo esa ansiedad que le salía por la noche ha ido a mejor pero su carácter durante el día está mucho más irascible y paga el aburrimiento con todos.
El poder pasear le alivió unos pocos días pero ahora ya no suele querer salir porque no encuentra sentido a pasear.
Se suma que en su caso cumplió años durante el confinamiento y nadie del colegio se acordó de él.
Añadamos que cuando se permitieron medidas de alivio todos los días veíamos a niños de su clase incumplir las normas del confinamiento. Hay una zona muy cerca de casa por la que no podíamos pasar porque sus compañeros jugaban juntos como si nada, con los padres repanchingados en los bancos, y si pasábamos por allí se acercaban a él para intentar que se uniera al incumplimiento.
No tiene pinta de que les vaya a perdonar nada de esto. Unido a la desmotivación que le ha producido una cantidad de tareas bestial, muy superior a la que estaba acostumbrado, y la obvia desconexión con el colegio… No sé cómo va a remontar esto el próximo curso.
Mi Mayor, 10 años y medio
Desde luego que el confinamiento no ha sido para todos igual y la edad ha sido un factor clave.
Mi Mayor es, de lejos, el que mejor lo lleva.
Ha sentido mucha pena por perder el contacto con su grupo, más con algunos profesores que con los compañeros en sí. Sobre todo porque algunos maestros ya no van a estar con él el próximo curso y ni siquiera ha podido despedirse.
Como su hermano, ambos iban a varias actividades deportivas, cinco días a la semana, más otras extra escolares adaptadas a sus intereses. Pero, a pesar de la inmovilidad, ha sabido aceptarlo y compensarlo con otras cosas. Por ejemplo, las primeras semanas estuvo horas y horas bailando al Just Dance 2020 y luego muy enganchado al Ring Fit Adventure. También saltando a la comba (sobre la colchoneta de su hermana, para no molestar a los vecinos).
Mayor se parece mucho a mi en muchas cosas y no es un niño que necesite salir. Él tampoco quiere salir ya, tampoco le encuentra sentido a pasear dando vueltas a la manzana, pero en su caso se nota que necesita menos ese desahogo.
Para él este tiempo de desconexión ha molado porque le ha permitido organizarse mejor su tiempo, siendo más libre. De esta forma ha tenido mucho más tiempo para leer, que es su gran pasión. No exagero si te digo que habrá leído más de cien libros entre papel y formato digital, de media dos libros diarios.
Ha aprendido a hacer pulseras con gomitas, ha montado de nuevo el Lego Mindstorms y el Lego Boost, ha hecho origami y tiene muchos más proyectos en mente para el verano.
Obviamente no está feliz y también le costó encajarlo al principio pero la madurez se ha notado muchísimo.
A día de hoy, mi principal preocupación es cómo volver a la vida normal sin correr demasiados riesgos, teniendo claro que lo que ellos necesitan no es compatible con no acercarse a los demás.
Le sigue de cerca no tener nada claro que la progresión de la pandemia vaya a ser positiva.
Tengo pavor a que nos recluyan de nuevo porque no creo que mis dos pequeños lo puedan soportar. ¿Realmente hemos llegado al fin del confinamiento?
Foto | Ana Shvets en Pexels
Buenas tardes!
Coincido plenamente contigo pues yo tampoco creo haber aprendido nada nuevo con el confinamiento, en todo caso reafirmarme en mis convicciones.
A punto de cumplir 47 años he vivido lo suficiente como para saber qué es lo que de verdad importa, he tenido hijos, he perdido seres queridos e incluso he estado cerca de perder la vida, así que las reflexiones que muchos han hecho durante los meses de encierro no eran nuevas para mí.
En cuanto a los niños pequeños como los tuyos, tampoco creo que esto les haya aportado nada bueno. Los míos ya son mayores ( de 10 a 17) y sí creo que el aprendizaje que a mí me ha dado la vida a lo largo de los años a ellos les ha llegado a modo de bofetada, de un día para otro su vida se ha paralizado y tengo que admitir que lo han aceptado con una madurez que me ha sorprendido. Después de mucho pensar, es lo único positivo que ha traído el Covid a mi familia.
Mucho ánimo y mucha fuerza!!
Un abrazo,
Pilar