No quiero perderme ni lo malo
Tras haber escrito sobre la utilidad de aplicar cierta psicología para no perder la paciencia y los nervios en el día a día con un niño-bebé, la noche siguiente me quedé pensando en que quizá me había faltado añadir una última cosa: qué ocurre cuando nada funciona y caemos, ambos dos, al precipicio del cabreo.
Porque esto de la psicología está muy bien pero todo tiene sus días. A veces por él, a veces por mi, a veces porque las prisas me llevan a pensar que es más fácil el camino del medio (cuando nunca lo es), el caso es que en ocasiones no queda más remedio que hacer frente a una rabieta y sus consecuencias. Y no sé qué me agota más, si la rabieta en sí, o el mal humor que se nos suele quedar a ambos durante un buen rato después de vueltas las aguas a su cauce.
La cuestión es que aunque parezca una ñoñería, o enajenación mental provocada por las hormonas que ahora mismo me poseen, me gustan hasta esos momentos malos. Creo, con absoluta sinceridad, que la convivencia con una persona, incluso con un mini-hombrecito, comprende todo tipo de situaciones, también las malas. Como se suele decir, para lo bueno está cualquiera y para lo malo… pues para lo malo está su madre, que lo comprende mejor que nadie, que siempre busca lo mejor para él aunque a veces se equivoque y que, de verdad de la buena, le quiere más cuando menos se lo merece porque es cuando más lo necesita.
Será que yo, en contra de esa creencia tan extendida, no he conseguido ver en mi hijo a un tirano ni proponiéndomelo. Sí, en algunas ocasiones, por ver si ciertas teorías podrían tener un mínimo de razón, he hecho el esfuerzo de creerme que tal o cual conducta eran fruto de su afán por manipularme y manejarme a su antojo, pero nunca lo he conseguido. Más bien al contrario: todas las veces que me he parado a conectar con él mientras acompañaba su rabia y su llanto he sentido su confusión, su genuino sufrimiento, su necesidad de ser reconfortado y comprendido. He acabado admirando su entereza para sobreponerse a situaciones que para él son dramas reales y terminar con una sonrisa, mejorando cada día en autocontrol, esforzándose poquito a poco por hacerme entender qué necesita…
Por eso, aunque a veces tenga ganas de salir corriendo y no parar hasta llegar a Pernambuco, no dimito, ni un minuto, porque no me quiero perder ni lo malo.
Qué bonito mamá (contra) corriente. Yo de mayor quiero ser como túuuuuuu. Me ha parecido una reflexión sincera y bellísima. Tu peque tiene mucha suerte 🙂 Por cierto mi «hombrecito» de 28 años también me dice mucho eso de quiéreme cuando menos lo merezca…y a mí me dan ganas de matarlo, pero entiendo que cuando sea madre viviré esa frase de otra manera, jijijiji.Un abrazo grande.
¡Qué bueno lo de tu «hombrecito»!, no sabe ná!!
Plas, plas,menos mal que hay mamas que me entienden. Que suerte tenerte como mamá. Bsss
Claro que sí, si algo hemos conseguido aquí es crear una red donde sostenernos las unas a las otras! Besos.
Totalmente de acuerdo, porque en esos momentos «malos» tanto ella como yo aprendemos, crecemos y nos conocemos más! Yo tampoco quiero perderme ni lo malo. Un besazo
Estamos de acuerdo. Un beso.
Tenemos que pasar por todas las fases, y tienes toda la razón, tenemos que vivirlo todo con nuestros hijos. No siempre todos los momentos tienen por que ser maravillosos, de todo se aprende, y siempre se dice que de los enfandos vienen las reconciliaciones. La vida sería muy aburrida siempre entre algodnes, no?
Yo te entiendo cuando hablas de llegar al límite de la paciencia de ambos y se llega al cabreo, a veces quisieras que no llegue ese momento, pero también sirve para aprender a conocernos, entendernos y consolarnos.
Efectivamente, así lo veo yo. Besos.
Yo tengo un pronto muy borde, lo reconozco, y en el momento del «cabreo», lo paso fatal, pero lo bueno es que se me pasa muy rápido…Y me pasa como a ti, lo que veo es un niño que lo pasa mal, no un bichillo que quiere manipularme a su antojo…Un beso!
¿Pronto borde? ¡No me has visto a mi! Me dan ganas de estrangularle a lo Hommer jajajajaja Pero es lo que decimos, yo sólo veo un niño que sufre, y ante eso…
Me ha parecido una entrada preciosa. Todas hemos pasado por eso y aunque es duro y desgasta estoy deacuerdo en que no quiero perderme esos momentos tampoco. Ambos crecemos en esas y en otras situaciones y yo como madre quiero vivirlas todas con él!. Un saludo
Eso es, eso pienso yo. Un abrazo.
te aplaudo y te vuelvo a aplaudir!!! yo soy un poco reacio a las rabietas, y me pasa que quiero salir corriendo… pero hay que buscar el por qué y lo mejor es estar a su lado para descubrirlo
besos
Todos quisiéramos salir corriendo en algún momento… pero a mi, como madre, me gusta estar ahí, porque creo que soy quien mejor le puede apoyar.
No puedo estar más de acuerdo! además, ya sabemos que después de la tempestad viene la calma ¿no? 🙂
Hay que vivirlo todo, no podemos pretender estar con nuestros hijos sólo para lo bonito y divertido. Ser madre es todo, tiene cosas increíblemente buenas, pero algunas otras cosas son muy duras y difíciles…
En cualquier caso, tu niño es muy afortunado porque no todas las mamis son como tú.
Un besazo guapa!
Pilar
Yo estoy disfrutando «todo esto» muy intensamente. Y aunque pierdo la paciencia, incluso con demasiada facilidad, me gusta empaparme de todo y formar parte también de lo malo, porque sé que a su lado puedo ayudarle a superarlo y a mejorar. Besos!
Coincido, cada minuto vale toda la pena!!! Yo tampoco me quiero perder absolutamente de nada!!
¡Bien! Besos.
Qué razón tienes. Siempre lo he dicho, cuando un bebé está bien, está contento, todo mundo lo quiere tener en brazos, quiere estar a su lado, pero cuando llora, cuando tiene una mala noche.. ¿dónde quedan esos brazos que se peleaban por tenerlo? siempre estan los de la madre, incondicional aún con todo y cansancio, aún cuando estás desesperada… porque ni en esos momentos dejamos de ser madres.
Efectivamente!!!
Pienso igual que tú. Me encanta!!
gracias!
Bien!
Qué bonito!!!
Aún no lo puedo sentir, explicar como madre pero sí recuerdo este sentimiento como hija…..Nadie, nunca, me ha consolado, protegido y comprendido en los malos momentos, de forma incondicional, como lo hizo mi madre….
Me ha parecido una reflexión muy emotiva, preciosa.
Qué bonito poder decir eso de una madre…