Cuando eres madre (o padre) y te sientes vulnerable
Hasta hace nada yo pensaba que cuando te hacías mayor y te convertías en padre, automáticamente adquirías unos poderes extraordinarios, que no sólo te convertían en héroe a los ojos de tus hijos, sino a los tuyos propios. Yo miraba a los padres del mundo y me parecían personas infalibles, con gran voluntad, una capacidad de sacrificio extraordinaria y una fortaleza digna de los Dioses del Olimpo. Yo pensaba que los padres no lloraban. Que los padres no se preocupaban por cosas grandes ni pequeñas.
Pero llegada a este punto, con 34 años ya a mis espaldas, dos hijos, dos gatos, una perra, un marido y mucho vivido, me doy cuenta de que esos poderes a mi no me van a llegar nunca. Y no sólo he eso: he visto a padres llorar. A abuelos llorar. Vaya, parece que nada era como pensaba… Y ¿qué haces cuando eres madre (o padre) y te sientes vulnerable? Cuando SABES que lo eres.
Empezando el año 2017 con muchas dudas
No tenía grandes expectativas para 2017. Me gusta vivir el presente, ya lo sabéis. Pero tampoco esperaba que me cayera encima esta losa de duda existenciales que tengo ahora sobre mis espaldas.
Aunque han pasado cosas en las últimas semanas que seguramente han influido en mi estado de ánimo, y he visto a gente muy cercana a mi sufrir, creo que esto es, de alguna forma, la segunda parte de mi punto de inflexión. Aquel día del mes de abril de 2009 en el que me cambió la vida supe que somos una pequeña mota de arena en el desierto, algo casi imperceptible para el universo. No podemos dar nada por hecho. Y que precisamente por eso debemos tener el valor suficiente para vivir porque, como bien dicen en la peli El Libro de la Vida, cualquiera puede morir.
Pero todo aquel trauma nunca quedó cerrado. Cuando tienes 25 años, no esperas que la vida te de un arrechucho, no esperas verte tan cerca del otro barrio. Es una experiencia muy fuerte, un shock, y no creo que eso se olvide nunca. Siempre está ahí y a menudo te sorprendes volviendo a ese lugar, a ese momento. Como os decía en aquel post, volver al día que me cambió la vida no me disgusta porque es volver a un lugar seguro, volver al día en que conseguí reunir el valor necesario para vivir.
El «problema» es que lo que vino después es que me vi con un bebé en brazos y luego con otro, ¡de alta demanda! y luego con una empresa, y en todos estos años no he tenido tiempo para pensar mucho más allá, mucho más allá del shock de sabernos mortales y que debemos apreciar cada segundo.
Una cosa es tener la certeza de que la vida hay que vivirla como uno quiere y no como te dicten y otra asumir nuestra vulnerabilidad y que esa fuerza que nos falta no nos va a llegar por obra del Espíritu Santo ni ahora ni más adelante. Asumir que a veces viviremos con gran dolor, que estamos envejeciendo (¡por suerte!) y que algún día nuestra vida llegará a su fin.
Sentirse vulnerable como forma de egoísmo
En cierto modo, creo que este sentimiento tan intenso que tengo ahora mismo de vulnerabilidad viene dado porque, por primera vez en años, he empezado a ser egoísta.
En el buen sentido de la palabra, es decir, he empezado a pensar más en mi, en lo que quiero yo como persona individual.
Me he sorprendido a mi misma tomando una decisión postergada desde hace años: someterme a una operación quirúrgica que creo (/espero) que me va a cambiar la vida. Os lo contaré más adelante, pero para que nos asustéis, os diré que no es nada de vida o muerte pero sí es un problema médico que llevo arrastrando desde siempre y que en los últimos años ha ido a peor, hasta el punto de suponer un deterioro (algunos días muy notable) de mi calidad de vida. Como digo, no es nada de vida o muerte y podría pasar así el resto de mi vida, pero me he sorprendido a mi misma tomando la decisión de pasar por quirófano.
Esto para mi hasta hace unos meses era absolutamente impensable. Por el riesgo que cualquier operación entraña, por estar en el hospital x días, por pasar un mal postoperatorio y verme incapaz de atender a mis hijos…
Pero ha habido algo dentro de mi que ha decidido casi sin contar con mi lado racional y ha dicho: Hasta aquí hemos llegado. Esto es aquí y ahora, es TU vida y esto hay que pasarlo. Los demás, que arreen. ¡Literamente había una voz dentro de mi diciendo eso!
Creía que si alguna vez tomaba esta decisión, mi único pensamiento sería preparar todo para que mis hijos se enteraran lo menos posible y que en esos preparativos y preocupaciones iba a estar ocupada todo el tiempo. Pero en lugar de eso no puedo dejar de pensar en mis propios miedos, empezando por el miedo a no despertarme de la operación, a preguntarme dónde estará mi alma durante esas horas de quirófano en que mi cuerpo esté tendido en una camilla y siguiendo por un postoperatorio que a todas luces va a ser duro.
Se que mis hijos van a quedar impactados cuando me vean pero, por primera vez en años, me preocupa más mi propio sufrimiento. Tengo miedo al dolor, a la ansiedad, al malestar. A mi propia muerte. Y por primera vez en años es superior a cualquier otro sentimiento que pueda tener. ¿Me ha llegado el egoísmo de golpe?
Asumir el miedo
Últimamente me pregunto qué puedo enseñarles yo a mis hijos si no soy capaz de controlar mis miedos.
¿Qué ejemplo puedo dar cuando yo misma tengo tanto que aprender?
No sé cómo puedo protegerles, cómo puedo darles fuerza, si yo misma soy débil, vulnerable y pequeña.
Me encantaría ser la heroína que ellos creen que soy. Pero no lo soy y nunca lo seré.
Cuando eres madre (o padre) y te sientes vulnerable te quedas sin disfraz. Me siento un poco desnuda en estos momentos. ¿Cómo puedo fingir que estoy genial cuando no lo estoy?
Tarde o temprano serán conscientes de ello. En algún momento, seguro que ellos antes de los 34, serán conscientes de que los padres quizá seamos buenos actores, pero no tenemos superpoderes.
Lo único que puedo enseñarles, mientras aprendo yo al mismo tiempo, es asumir la imperfección. Asumir que la ansiedad, la vulnerabilidad, la tristeza, forman parte también de nuestra vida. Y que en vez de taparla como hacen muchísimos adultos, podemos llevarla lo más dignamente que podamos. Sobre todo, sin imposturas. Porque meter la cabeza bajo tierra no hace que las cosas se disipen.
Foto | withbeautiful en Flickr CC
Pues les estarás enseñando algo muy valioso.. Que no tienen que buscar la perfección fuera porque ellos mismos (cada uno de nosotros) ya son valiosos en esencia, que las imperfecciones forman parte de nosotros y son lo que nos hace únicos. Crecerán siendo ellos mismos, aprendiendo cada día e intentando dar lo mejor porque han tenido el mejor de los ejemplos: tú.
Muchos ánimos!
Ojalá Marta! Gracias por tu comentario. Un abrazo.
El sentir miedo es humano. Lo exteriorices más o menos es algo que todos sentimos y más cuando de salud se trata. A tus peques les vas a enseñar la humildad de no sentirse sobrehumano, y sobre todo te fortalecerá para acompañarlos en sus miedos a lo largo de sus vidas. Mucho ánimo y espero de corazón tengas una buena operación h mejor y pronta recuperación.
Hola Esperanza, yo pensaba que al hacerte padre te abandonaban los miedos y te llenabas de fuerza. Descubrir que no es así es también un proceso que hay que integrar. Al menos espero que ellos crezcan siendo más realistas, porque asumir que somos vulnerables es una gran lección vital. Muchas gracias por tu comentario.
Esta misma mañana le decía a mi hijo que papá y mamá también a veces hacen cosas de pequeños… la verdad es que para mí es muy importante que el peque no sienta que los adultos somos perfectos, ni invulnerables, y a mí me ha visto llorar, y siempre le he explicado que si necesitamos llorar no hay ningún problema (aunque su padre y casi todo el mundo se empeñe en decirle «No llores»), precisamente porque no quiero que le pase un poco como a mí que cuando llegué a adolescente me llevé un chasco con eso que dices al darme cuenta de que los padres/madres no son perfectos…
Espero que no sea nada la operación, te recuperes enseguida (recuerda: también esto pasará…) y pronto te tengamos por aquí otra vez. Te echaba de menos. Un abrazo fuerte!
Muchas gracias Laura, pienso lo mismo que tu.
a veces me pregunto si soy yo la única que tiene miedo, porque la gente de mi alrededor vive la vida como si fuera eterna, me pregunto si soy rara por pensar cosas poco agradables, no se, supongo que va por épocas , a veces nos sentimos más vulnerables o con más miedo. Creo que eres un gran ejemplo para tus hijos y seguro que todo va a ir muy bien. Es importante estar bien para estar en armonia y bien con los demás, asi que aunque te parezca una decisión egoista les repercutirá para bien seguro.
Un beso ymucho ánimo
Yo también me pregunto si soy la única que se siente así de mortal y diminuta. Me alegra saber que no, porque encima de los pensamientos pocos agradables, pensar que estás sola con ellos en el mundo… se hace cuesta arriba, la verdad. Gracias por tu comentario.
En algún sitio leí algo así como que no es más valiente quien no siente miedo, sino quien sabe afrontar el miedo y actuar en consecuencia.
A tus hijos puedes enseñarles eso, que no es malo sentir miedo, pero que no hay que dejar que el miedo nos paralice.
En el caso de tu operación, es normal sentir miedo, es una situación que no controlas, te pones en manos de los médicos, la anestesia… pero ese mismo miedo es el que te debe dar la prudencia necesaria para actuar, para saber si es el momento o no de hacerlo, para informarte de los riesgos, de cómo afrontar el postoperatorio…
Te puede servir para enseñarles que a veces hay que decidir hacer cosas que en principio nos hacen daño (una operación duele…) por obtener un beneficio (mejora en la salud).
Yo creo que es mejor enseñanza el saber afrontar una situación, que no el pensar que los mayores nunca tienen miedo y que los niños se sientan mal, por sentirlo.
Ánimo! y que todo vaya bien.
Hola! soy nueva en esto de los blogs! Y he leído varias veces tu blog. Pero es la primera vez que te escribo.
Yo también tengo miedo que me vea vulnerable, o llorona, o que no me vea lo suficientemente fuerte como para sentirse protegida. Pero tengo que decir que yo he visto esa parte de mis padres siendo yo pequeña, y creo que lo que hizo fue que me acercara más a ellos… no sé… ánimo con la operación!