Asumir, priorizar, aplazar
Va camino de un mes desde la última entrada que publiqué. Ese mismo día caímos enfermos tanto mi marido como yo y encadenamos casi tres semanas de virus múltiples cuando no en nosotros en alguno de los niños o incluso todos a la vez. O quizá sólo fuera el mismo virus, un virus infantil de esos cabrones, porque desde luego nosotros hacía mucho mucho tiempo que no estábamos tan enfermos, durante tantos días y simultáneamente.
Hace un tiempo yo sufría mucho con estas cosas: con la pérdida de control. Nuestra organización diaria ya de por si es delicada, es como un número circense que requiere concentración y gran precisión de modo que el más mínimo cambio puede llevar todo el traste. Ponernos enfermos ambos progenitores, pero además malos de no poner sobreponerte, es el caos. Y yo la pérdida de control la llevaba muy mal.
Nuestra realidad con dos niños como los nuestros, especialmente con un pequeño con una alta demanda siempre en aumento, con virus escolares rondando por casa a menudo, con nuestro firme compromiso de criarlos de primera mano, un trabajo afortunadamente cada vez más estresante y con un apoyo familiar en muchas ocasiones imposible… Al final estas situaciones de caos pasan de ser excepcionales a darse con cierta frecuencia y de alguna manera te acabas acostumbrando. Las horas sin dormir dan para mucho meditar. Terminas interiorizando este mantra: asumir, priorizar, aplazar.
Asumir que esto es lo que hay. Seguramente lo que más ansiedad me producía era el no ser capaz de conformarme. Desear que las cosas fueran como yo quería que fueran, como yo necesitaba que fueran. Hasta que un día el coco te hace click y te das cuenta de que tienes que asumir que tu vida es la que tienes y que es absolutamente imposible que controles todas las variables que tienes entre manos, entre otras cosas porque tienes más variables que manos y porque muchas de ellas no dependen de ti. Asumir también que nada es ideal. Que no se puede tener todo, que para tener unas cosas se debe renunciar a otras. Que estas elecciones las has hecho tú.
Priorizar porque seguía insistiendo en llegar a todo, porque no quería renunciar a nada, y porque creía que reajustando de nuevo mis horas de sueño podría arañar espacio para abarcarlo todo. Hasta que un día tu cuerpo revienta, pero reventar de verdad, y a tu pareja le pasa lo mismo, y entonces te das cuenta de que debes priorizar lo que verdaderamente es urgente (y pocas cosas lo son de verdad) y dejar lo demás a un lado.
Aplazar lo que de momento no se puede atender porque has priorizado lo verdaderamente urgente e importante. Y porque has asumido que todo lo que antes has llamado renuncias verdaderamente no lo son, simplemente son aplazamientos. Porque las cosas, incluso cuando se ponen difíciles, terminan cambiando con el tiempo. ¿El problema que ahora te quita el sueño te seguirá preocupando dentro de unos meses / años? Si la respuesta es «seguramente no«, entonces deja de preocuparte.
Esta última crisis la he gestionado bien, al menos sin estrés, sin culpabilidad. Y por eso me apetecía compartirlo porque creo que asumir, priorizar y aplazar es una buena forma de ver las cosas con una perspectiva más realista y positiva.
Foto | Nickolai Kashirin en Flickr CC
Eso que comentas deberíanos hacerlo todas, pero a mi me cuesta un montón. Yo soy de las que se estresan a la mínima y eso me quita mucha energía para lo demás..
Es que estresarse ocupa toda la energía de que uno dispone!
Estoy contigo, deberíamos aprender a pensar así siempre…pero cuesta. A mí me pasa, quiero hacer todo igual que antes de tener la niña, imposible, pero poco a poco voy amoldando mi vida a nuevas rutinas y he aprendido a buscar ratos para mí misma, que también es importante.
Gracias MR, un abrazo!
Gracias por compartirlo! Que alegria saber que se puede sobrellevar esta situacion sin perder la paz! Porque la vida no es perfecta y hay que seguir viviéndola, disfrutándola en la medida de lo posible y siempre. aprendiendo!
Eso es Imma, un abrazo.
Muy bien explicado, sí señor. Yo todavía no sé gestionarlo tan bien, la verdad.
Creo que trabajar desde casa me permite tener un control enorme sobre mi tiempo, pero al mismo tiempo al no haber nada fijo, se vuelve todo una maquinaria de reloj que tengo que ajustar y reajustar a diario yo sola, sin nada externo (ni horarios marcados, ni sueldos estables, ni ayudas familiares). Y lo que dices tú… un contratiempo (o varios) y la maquinaria al traste. Difícil no sentirse frágil.
En cuanto a renuncias, lo explicas perfectamente. Hay una canción que me gusta escuchar que trata de una pareja mirando algo así como una bola de cristal; se ven a sí mismos en todas las vidas paralelas que podrían estar viviendo si hubieran tomado otras decisiones, y todas parecen perfectas y maravillosas. Pero después de verse en todas esas vidas mejores concluyen que «esa no es la vida que se nos escapa por momentos» porque «la vida que nos hemos perdido simplemente no existe». Creo que resume bien lo que a much@s nos pasa, que estamos todo el día con el «y si…?» en la cabeza.
Muy bueno Melibea, me ha gustado mucho tu comentario. ¡Gracias!
Es dificil cuando caen los niños enfermos, pero ya cuando cae toda la familia es un caos!
Me parece genial esa filosofía, yo intento hacer lo mismo y por ahora me funciona. Al final no se puede controlar todo y lo unico que ganamos preocupandonos de mas es sentirnos peor.
Espero que ya todos esten recuperados!
Hola Bea, llevamos unas semanas mejor, aunque ahora metidos de lleno en la alegría! jajaja Tocaremos madera.
Gracias por compartirlo, la verdad es que te echaba de menos y cuando anoche desde el móvil te leía me sentía muy identificada. Para mí ha sido también un camino que he tenido que recorrer poco a poco desde que nació mi hijo. Tener un bebé de alta demanda, que apenas te dejaba darte una ducha y salir a por el pan con prisa por llegar a casa por si se despertaba y volvía a reclamar teta, cuando yo estaba tan acostumbrada a llevar un orden en mi vida… Pero como bien dices no queda otra, es lo que hay y cuanto antes lo asumamos mejor por los niños en primer lugar, y también por los adultos, para no volvernos locos. Y realmente hay pocas cosas realmente urgentes e inaplazables, como madres no nos queda otra que priorizar continuamente, aunque para quienes nos rodean, mi madre (que nunca ha trabajado fuera de casa) o mi marido esto a veces es complicado de entender… pero es que él no se tira más de una hora cada noche esperando con la luz apagada a que se duerma el peque, y ese tiempo que tiene para él, para hacer cosas de la casa, descansar y sobre todo, no darle vueltas a la cabeza con todo lo pendiente, jejeje…
Me ha gustado mucho tu reflexión, y sobre todo me alegro de que ya hayáis ganado la batalla a los virus. Gracias por estar ahí, Eva.
Gracias a ti Laura, de corazón.