Dejar fluir
Una de las cosas que más me fascina de los niños es su capacidad para superar fases y retos, probar cosas nuevas, adaptarse, aprender y cambiar de opinión siempre que sea oportuno, sin importar qué hicieron ayer ni pensar en el futuro, pues viven en el presente y nada más.
En casa hemos tenido dos ejemplos hace nada bien claritos:
– Al niño no le entusiasmaba el dulce, ni siquiera el chocolate le llamaba la atención. Sin embargo, hace poco probó el turrón de chocolate y desde entonces le chifla. Lo pide, le apetece, en galletas, en turrón, en láminas crujientes que araña de nuestros helados… Que ayer no le gustara poco importa, tampoco le gustaban las aceitunas y ahora se las come a dos manos.
– El tenedor vuelve a ser su amigo. Sin presiones, sin guerras a la hora de comer, sin lagrimones innecesarios; simplemente, dejando la etapa pasar. Después de una fase en la que los cubiertos parecían ser su peor enemigo y el tenedor el principal de todos ellos, hace algo más de una semana retomó su uso y parece que ha estado practicando por las noches. Alucinante lo bien que pesca las gulas con el tenedor o cómo pincha trocitos minúsculos de carne y hasta la lechuga de la ensalada (¡le gusta la ensalada!).
Esto no quiere decir que no haya retrocesos… o nuevos cambios de opinión. Pero es un placer comprobar que, casi siempre, las cosas fluyen por sí solas, las banales y las más importantes, las que nos dan lo mismo (como que le guste o no el chocolate) y las que sí nos importan (que coma utilizando los cubiertos en la medida en que su destreza se lo permita). Demasiado a menudo nos enzarzamos en luchas inútiles, provocadas por nuestra propia cabezoneria más que por la del niño, porque parece que como somos padres sabemos más que nuestros hijos y tenemos que imponernos para ganar la batalla, cuando verdaderamente demostraríamos nuestra supuesta superioridad actuando con psicología y enfocando las cuestiones de otra manera. No es fácil, para nada, pero es muchísimo mejor para ambas partes.
No puedo estar más de acuerdo contigo. Un beso grande.
Feliz año lo primero! y sí, normalmente las cosas vienen por sí solas, por mucho que nos empeñemos en forzarlas, eso es algo que he aprendido con mi hijo y que me hace estar mucho más relajada con mi pequeña. Ves? ahora Iván es un pequeño monstruíto e intento pensar que esta fase pasará jajaja
Comparto plenamente tu opinión. A veces nos empenamos, o aunque no lo hagamos, al menos sí nos preocupamos, por si hace o no hace esto o aquello, y al final es sólo cuestión de tiempo y de dejarles a su ritmo, y te demuestran que ellos son más sabios que nosotros… 😉
Pues sí, el mío con las comidas tan pronto le encanta una cosa como te dice que no le gusta.
En todos o casi todos los aspectos de la vida, la llamada «mano izquierda» es la mejor manera para obtener nuestros propósitos.
Lo único es que a las impacientes como yo se nos da fatal…
Tienes tanta razón! Yo reconozco que tiendo a intentar controlar todo, y a veces se me olvida que los niños tienen esa tendencia a evolucionar y cambiar innata… Que crecen porque ése es el mandato que les da la vida.
Es un placer verlos ser tan espontáneos.
Saludos!
Creo que no hay que forzarles a hacer cosas sino dejar que ellos vayan experimentando y ofrecer nuestro apoyo para que vayan consiguiendo sus logros. Me parece lo más sensato.
Yo soy partidaria de que todo llega y de que no voy a discutir por «bobadas» como que coma con la mano o con el tenedor con la de cosas importantes que tengo en la cabeza 😉
Y al final todos descubrimos el chocolate 😛
Qué razón tienes. Creo que los que trabajamos en rehabilitación infantil también deberíamos tener muy presente ese «dejar fluir». Cuando uno respeta al niño, el niño le devuelve tanto…Muy buen post. Un abrazo.
Ay! En esas estaba yo, justo hoy, qué dificil es ver cuando nos estamos equivocando, en mi caso y el de mi marido, me parece que estamos siendo demasiado exigentes,me lo ha comentado esta tarde mi madre y mucho me temo que tiene razón. Primer bebé de la familia, amigos y conocidos en general… Me temo que la vamos a cagar si parar.
Lo importante, creo yo (a parte de intentar no caer demasiado en el error) es darse cuenta lo antes posible. Gracias por el post, muy clarificante.
Todo los padres nos equivocamos y, la verdad, no creo que todo dependa de que seamos un poco novatos, equivocarse es innato al ser humano. Pero lo importante, me parece a mi, es ser conscientes de que no por ser padres somos los más listos del planeta, darse cuenta de que muchas veces metemos la pata y que se puede aprender y rectificar. Un abrazo!.